¿Subirán algún día las tasas de interés?

Ya antes de la crisis económica originada por la pandemia del COVID-19, el endeudamiento de gobiernos y empresas, alrededor del mundo, se encontraba en niveles bastante altos. A raíz de la mencionada crisis, la deuda gubernamental y corporativa ha seguido aumentando, impulsada por las bajas tasas de interés y por el exceso de liquidez creado por los gobiernos para hacer frente a la crisis.

Lo cierto es que mientras las tasas de interés se mantengan bajas, un nivel de deuda alto puede no ser un problema, pero si las tasas empiezan a subir, el gasto financiero para países y empresas podría convertirse en un dolor de cabeza. Por ejemplo, si una empresa tiene un costo promedio de su deuda de 2%, y el gasto financiero anual representa más del 25% de su ebitda (lo cual puede ser bastante común en la actual coyuntura), bastaría que la tasa promedio se vaya a 4% para que el porcentaje que representan los intereses sobre el ebitda se duplique, y 4% es aún una tasa relativamente baja.

Para tratar de entender qué puede pasar con las tasas en el futuro, vale la pena mirar el pasado. Como es sabido, la tasa de la FED se encuentra actualmente en niveles cercanos a cero (0.25%); desde el 2010 no ha sido superior a 3%; y desde el 2000 no pasa de un nivel de 6.5% (que todavía es una tasa baja). Lo que no es muy conocido es que dicha tasa llegó a niveles de cerca de 20% en la década de los ochentas. En el caso del Perú, la tasa de referencia del BCRP, en los últimos 17 años, ha tenido un máximo de 6.5% a finales del 2008, y un mínimo de 0.25%, a partir de abril del presente año.

Entonces, lo que nos dice la historia, es que las tasas de interés pueden fluctuar considerablemente, y, si con las tasas actuales (históricamente bajas), el gasto financiero de un país o empresa es parte importante de su superávit o déficit fiscal o de su ebitda, respectivamente, un ligero incremento en las tasas podría generar un enorme problema.

Hay algunos que creen, o quieren creer, que justamente porque el mundo está tan endeudado, las tasas de interés no pueden subir, debido a que habría un tsunami de quiebras corporativas, y varios países entrarían en default. No es motivo menor para mantener las tasas bajas; no obstante, no es un motivo suficiente.

Tratar de explicar qué pasará con las tasas de interés es una tarea compleja, porque depende de muchos factores, interrelacionados entre ellos, y hay distintos enfoques de análisis. En términos generales, las tasas de interés son el precio del dinero. Cuando crece la demanda por liquidez, las tasas tienden a subir. Cuando aumenta la oferta de liquidez, las tasas tienden a bajar. Asimismo, las tasas se usan como variable de política monetaria, para incentivar la economía en épocas de crisis y para frenar la inflación en épocas de bonanza. En el corto plazo, es muy probable que las tasas se mantengan bajas, pero, en el largo plazo, estas dependerán de lo que finalmente suceda con estas variables anteriormente mencionadas: demanda y oferta de dinero, y la inflación (que depende de las dos anteriores).

Algunos especialistas sostienen que la demanda por el dinero (o la velocidad de circulación del dinero) se mantendrá baja por décadas, debido a factores como el envejecimiento de la población en países desarrollados, y por ende bajas expectativas de crecimiento en esos países, el menor crecimiento de China, la caída general en la productividad, el estancamiento de la clase media global, etc. En otras palabras, sin los factores principales que explican el crecimiento económico (crecimiento demográfico y productividad), la velocidad del dinero no debería dispararse, no habría inflación, y las tasas podrían mantener bajas, efectivamente, durante décadas.

Por el lado de la oferta, al parecer la mayoría de países emisores de monedas fuertes piensan que el escenario descrito en el párrafo anterior efectivamente será el caso, y no tienen mayor reparo en mantener una política monetaria ultra expansiva para empujar las economías, financiar déficits fiscales, rescatar a empresas a través de compra de bonos corporativos, etc., y por otro lado se siguen endeudando a tasas bajísimas.

Todo está interconectado y pareciera que todo depende de que la inflación se mantenga controlada. Si la inflación depende del crecimiento económico, y este depende del crecimiento poblacional y la productividad, al menos por el lado demográfico el tema está medianamente controlado, ya que es una tendencia que no pareciera que se va a revertir. Al respecto, si se observa la relación entre la edad promedio de la población de un país y las tasas de interés de este, existe una relación negativa (a mayor edad, menor la tasa).

La productividad es una variable mucho más compleja, que a su vez depende de muchos otros factores. Y sí, definitivamente, con algún desarrollo tecnológico, la productividad podría dar un salto relevante, que compense el envejecimiento poblacional, genere mayor crecimiento global, gatille la inflación, y las tasas comenzarán a subir. Por otro lado, si a los países desarrollados se les pasa la mano con la política monetaria, por más que la demanda de dinero se mantenga baja, la inflación eventualmente aparecerá.

Finalmente, si la inflación repunta porque la economía está creciendo, entonces las utilidades de las empresas y los ingresos de los gobiernos deberían aumentar, por lo que podrían aguantar tasas de interés y un gasto financiero mayor. Clave entonces en este escenario es subirse a esa ola del crecimiento, porque el crecimiento económico no le llega igual a todos, pero las tasas de interés altas sí.

¡Cuidado con los emprendimientos!

Iniciar un negocio propio puede ser una de las mejores decisiones que se tomen en la vida. Si todo resulta bien, los beneficios serán considerables: mayores ingresos que en el mundo dependiente; se construye un negocio y marca que pueden ser vendidos en el futuro; independencia en la toma de decisiones y para tener una vida sin las ataduras de los trabajos dependientes; trabajar hasta cuando uno quiera (nadie te jubilará); saber que el esfuerzo extra que uno le ponga generará un beneficio directo; y, la más interesante para muchos: poder llegar a ese momento en que se trabaja por hobby, porque a uno le gusta, más que porque se tiene que trabajar.

En la actual coyuntura, en la que se han perdido más de medio millón de trabajos formales, muchos de los afectados, frente a una demanda laboral con pobres expectativas de recuperación en el corto plazo, estén pensando iniciar, o ya iniciaron, un negocio propio. En principio esto está perfecto, ya que en realidad no importa cuando uno comienza un negocio si es que finalmente termina siendo exitoso. El problema es que iniciar y desarrollar un negocio exitoso es mucho más difícil de lo que parece, y hacerlo en una situación de apuro, ansiedad e incertidumbre, puede llevar a tomar algunas decisiones que terminen por lapidar, tarde o temprano, el naciente emprendimiento.

Detallo a continuación algunos consejos e ideas a tomar en cuenta al iniciar un negocio. Importante mencionar que, en los últimos 13 años, he iniciado varios negocios, algunos de los cuales han crecido y son ahora rentables y estables, y otros (la minoría, afortunadamente) que murieron en el camino. Estos aciertos y desaciertos (sobre todos los últimos), te enseñan una serie de lecciones, que, de saberlas al inicio, pueden hacer toda la diferencia.

  • Esperar una buena, o excelente oportunidad, ya que estas no están “botadas”, listas para que uno venga a aprovecharlas. Hay que observar, estar atento, viajar, estudiar, leer, conversar con personas fuera del círculo habitual, y eventualmente algo interesante aparecerá. Puede demorarse varios meses, e inclusive años, por lo que emprender en la primera cosa que a uno se le ocurra, o hacerlo apurado (porque, por ejemplo, me quedé sin trabajo y necesito ingresos), puede ser un grave error.
  • Una vez identificada una o un par de oportunidades, hay que verificar si uno tiene las habilidades para poder explotar esa oportunidad, y entender si se tiene alguna ventaja competitiva para diferenciarse de los demás (conocimiento, contactos, ubicación geográfica, producto diferenciado, exclusividad en la distribución, etc.).
  • La tendencia humana es pensar en todo lo que puede salir bien, pero cuando se inicia un negocio lo recomendable es pensar en todo lo que puede salir mal. Es aconsejable ponerse en los peores escenarios, a nivel general y por área (producto, precios, promoción, producción, recursos humanos, etc.) porque de esta manera se podrán solucionar varios de los problemas antes de iniciar el negocio, y si no se pueden remediar los cruciales, será motivo para descartar la oportunidad y esperar la siguiente.
  • Es también recomendable tener un enfoque de manejo de riesgos, que en muchos casos implica tener un plan B. Por ejemplo, si se va a invertir un capital importante en algunos equipos, se puede validar previamente que esos equipos tengan un valor de reventa atractivo, en caso el negocio no avance y se tengan que liquidar los activos (es mejor algo que nada). Y, respecto a la inversión inicial, recomiendo, sobre todo si es la primera experiencia de emprendimiento, que sea un negocio no intensivo en capital. Hay varios negocios que no requieren mayor inversión, por ejemplo, servicios profesionales para empresas, donde la mayor inversión es el tiempo que uno le dedica. Un negocio que implique usar todos o buena parte de los ahorros, endeudarse, hipotecar la vivienda, adelantar la herencia, o algo similar, y que luego no funciona, puede ser un lastre durante décadas. Asimismo, es importante diseñar un modelo de negocio que tenga los menores costos fijos posibles, “variabilizando” todo lo que se pueda, ya que “los costos fijos son ciertos, pero las ventas son inciertas”.
  • Relacionado con el punto anterior, ¡revisen las finanzas del negocio! No todos saben de números o finanzas, pero es fundamental, en el peor de los casos, proyectar los ingresos y gastos, y calcular indicadores clave como punto de equilibrio del negocio, rentabilidad esperada, periodo de recuperación de la inversión, necesidades de capital futuras, etc. Este tema es complejo y daría para un artículo completo, pero en este punto la recomendación es hacer algún tipo de análisis financiero, aunque sea básico (autodidácticamente –leyendo un libro o llevando un curso online–, contratando a un asesor, incluyendo a un socio que conozca de estos temas, etc.).
  • Saber que en los primeros meses, y posiblemente años, el negocio tendrá muchos altibajos, siendo clave poder mantener la motivación y el ánimo, y seguir intentando. Todos los beneficios mencionados en el primer párrafo no llegan solos, y se requerirá mucho esfuerzo (sino, ¡qué fácil sería!).
  • Para emprender se tiene que tener una mentalidad abierta y flexible. El mundo corporativo es totalmente diferente. Las estructuras de una empresa con más de 1,000 trabajadores y más de 30 años de historia no van a funcionar en un emprendimiento. El emprendimiento debe ser ágil y adaptable, y las decisiones se deben tomar rápido.
  • Aunque tome tiempo, hay que saber elegir a los socios correctos. La amistad o los lazos familiares no garantizan que dos o más socios tengan una buena química manejando un negocio. Conviene entonces evaluar previamente las personalidades, los valores, los enfoques para hacer negocios, los planes a mediano y largo plazo para la empresa, etc. Asimismo, tener las reglas claras desde el inicio (un acuerdo de accionistas) es muy recomendable.
  • No descartar adquirir una empresa en marcha, ya que en la actual coyuntura hay varias empresas saliendo del mercado y se pueden encontrar marcas consolidadas y empresas con una buena cartera de clientes que simplemente se quedaron sin cash. No obstante, en este caso es también clave entender si uno tiene las habilidades y ventajas competitivas para poder sacar al negocio de la situación actual y hacerlo crecer en el futuro.
  • Finalmente, ser disciplinado, ordenado y ahorrador son también requisitos fundamentales. He visto muchos casos en que el producto era adecuado, la demanda respondía, la empresa era rentable, pero no se administraron bien los recursos (se sacó plata antes de tiempo, se gastó de más en temas no relevantes, se contrató más gente de la que se debía, etc.), con lamentables consecuencias.

La actual coyuntura presenta muchos desafíos, pero también oportunidades. Se están creando muchos espacios para emprender, y el que tome las decisiones correctas ahora puede terminar en algunos años en una situación muy ventajosa. La mejor de las suertes a todos los emprendedores que nacen de esta crisis, el esfuerzo valdrá la pena.

La (renovada) importancia de la diversificación

Lo que nos depara el futuro lo podemos clasificar bajo tres categorías: lo que sabemos, lo que no sabemos, y lo que no sabemos que no sabemos. En la actual coyuntura, me atrevería a decir que la gran mayoría de lo que sucederá en los próximos años cae en las últimas dos categorías.

El Covid-19 es un evento exógeno que ha aparecido en un momento en que ya existían una serie de desbalances en el mundo, y dependiendo de su severidad y las decisiones que tomen los gobiernos, podrá ser el detonante de problemas muy serios (a nivel nacional e internacional). Existe incertidumbre, dentro y fuera del país, en los ámbitos económico, político, social, tecnológico, ambiental, etc. y los riesgos están en todas partes. Este post no pretende analizar los escenarios a los que nos podemos enfrentar, sino evaluar qué se puede hacer en una situación de muy baja predictibilidad.

La diversificación, dentro del mundo financiero, es un concepto de mucha relevancia y siempre presente en las gestiones profesionales de activos (en mayor o menor medida), que básicamente dice que no es recomendable tener todos los huevos en una canasta, porque esa canasta se puede romper. O dicho de otra manera, mientras más “repartido” esté el patrimonio de una persona o empresa, menores las probabilidades de que éste se vea seriamente afectado en periodos de crisis. En esencia, es un concepto bastante lógico, que debería regir las decisiones de inversión de empresas y personas.

No obstante, en la práctica muchos no lo tienen presente y no lo utilizan, principalmente por la limitada capacidad de los seres humanos de entender los riesgos y actuar lógica y disciplinadamente. Y es en situaciones como la actual en que el concepto se hace presente, pero más como algo que se debió hacer, en vez de algo que también será clave en los próximos meses y años. Por poner un ejemplo, una persona o empresa que antes de la pandemia tenía, por decir, 10 restaurantes exitosos, y le iba muy bien, no se le ocurrió, en vez de abrir tantos restaurantes, empezar a invertir en otros sectores, o inmuebles, o en el mercado de capitales. La lógica muchas veces es: “soy bueno en lo que hago”, “este sector solo puede mejorar”, “quiero consolidar mi posición en el sector”, sumado a no tener una forma de pensar, o el chip, de que las cosas pueden cambiar en cualquier momento.

Como todos sabemos, las cosas cambiaron, y lamentablemente, el sector restaurantes, como muchos otros, se vieron seriamente afectados, y la situación ideal en que muchos empresarios y empresas estaban el año pasado, varió completamente. Para aquellos que tenían su patrimonio muy expuesto a un solo sector o tipo de activo, que ha sido afectado por esta crisis, la situación actual puede ser muy difícil. Y peor aún, es que los seres humanos olvidamos rápidamente, y las duras lecciones de esta crisis pueden no quedar aprendidas para las siguientes.

Entonces, la diversificación era importante antes de esta crisis, y será muy importante para lo que viene. Es muy probable que muchas personas estén pensando –porque es lo natural– que regresaremos a una cierta normalidad, que uno podrá seguir haciendo lo que hacía y que las reglas bajo las cuales funcionan las cosas se mantendrán. Obviamente hay una probabilidad grande de que eso pase, y es lo que todos queremos, pero también hay una posibilidad relevante de que los próximos años sean muy difíciles, y que tengamos que vivir con algunas o varias de las siguientes realidades:

  • Una depresión económica prolongada.
  • Inflación o hiperinflación de monedas de reserva.
  • Crisis sociales y políticas en Perú que deriven en una elección en 2021 de un presidente anti sistema/ populista.
  • Innumerables quiebras de empresas y niveles de desempleo permanentes no vistos en los últimos 100 años.
  • Crisis de deuda de gobiernos y serios problemas con la estabilidad de la Zona Euro.
  • Guerras comerciales y nacionalismo exacerbado. 
  • Mutaciones del virus o imposibilidad de encontrar una vacuna, con lo cual estemos en esta realidad durante años, afectando estructuralmente a sectores como turismo, conciertos/cines/estadios, restaurantes, etc.
  • Decisiones de los gobiernos de restringir los viajes de trabajo y placer para reducir la probabilidad de que un nuevo virus se propague por el mundo.
  • Etc.

De suceder uno a varios de estos eventos, será lo que nos toque vivir. No obstante, conceptos y herramientas como la diversificación pueden mejorar sustancialmente el futuro económico de empresas y personas. Por ejemplo, dada la situación que atraviesa el Perú, y lo que puede pasar en las elecciones del 2021, valdría la pena evaluar la exposición de los ingresos de la empresa o el patrimonio personal al desempeño del país. Asimismo, regresando al ejemplo del empresario gastronómico, si existe la posibilidad de diversificar hacia otros sectores, conviene analizarlo, en vez de invertir lo que se tiene y no se tiene en rescatar los 10 restaurantes en el corto plazo, buscando también separar el patrimonio individual del patrimonio de la empresa. Y sucede lo mismo con los inmuebles, depósitos a plazo, bonos, acciones e inclusive el dólar. Con un futuro tan incierto, ninguna apuesta es segura y la diversificación debe ser primordial.

Invertir y desinvertir para salir (mejor) de la crisis

Los gerentes, directores y dueños de las empresas deben decidir, en la actual coyuntura, qué camino seguir para, por un lado, asegurar la supervivencia de la empresa, y por otro, aprovechar las oportunidades que surgirán de esta crisis y de la posterior recuperación.

En tal sentido, si las medidas actuales solo se concentran en asegurar la supervivencia, a través de la reducción de costos y despidos, la empresa podría estar perdiendo la oportunidad de estar mejor preparada que la competencia para aprovechar los cambios en el mercado y el rebote que vendrá en algún momento en el futuro. Por otro lado, si el negocio no cuida la caja y genera un plan que asegure la liquidez y solvencia en los próximos meses, tal vez llegue muy debilitada (o no llegue) a la tan esperada salida de esta crisis y a la recuperación económica.

Entonces, es recomendable tener un enfoque de inversión y desinversión. Pero, ¿en qué se debe dejar de gastar o de invertir?, y ¿en qué se debe invertir? Un estudio de London Business School que analizó las decisiones de un gran número de empresas estadounidenses durante la crisis financiera de 2008-2009, así como los resultados económicos obtenidos luego de la crisis, señala que las desinversiones deben darse en nuevos proyectos (es decir, posponer nuevas inversiones), así como en reducción de gastos administrativos, operativos, de personal, etc. No obstante, las empresas no deben dejar de invertir, durante las crisis, en dos puntos críticos: investigación y desarrollo (I+D) y en la relación con los stakeholders.

El primer punto (I+D) es de las pocas áreas, si no la única, que debería recibir más recursos en épocas de crisis, pues es en esta área donde se generarán las ideas para ajustar los productos o servicios de la empresa a una nueva realidad, entender los cambios en los mercados y comportamiento de los clientes, desarrollar nuevos productos y canales de venta, optimizar la promoción y publicidad, y sobretodo tratar de vislumbrar cómo será el sector donde opera la empresa luego de la crisis, pues de ahí saldrán las oportunidades para cambiar el posicionamiento del negocio, frente a la competencia, en el largo plazo. Muchas empresas no tienen un área formal de I+D, pero eso no significa que no se desarrolle investigación ni generación de nuevas ideas, ni que no exista una estructura informal que empuje esto. Sea definida o no, esta área (o grupo de gente, o función) debe recibir los recursos durante la crisis para no solo no dejar de operar, sino para funcionar aún mejor.

En cuanto al segundo punto, las empresas que quieran salir más fuertes de la crisis deben encontrar la forma de mantener una relación positiva con sus stakeholders, y si es posible, darles una mano y apoyarlos. Si bien será necesario tomar decisiones que puedan ir en contra de los intereses y bienestar de algunos stakeholders (como despedir a parte de la fuerza laboral o postergar los pagos a proveedores), si la comunicación es adecuada y empática, y se busca siempre el escenario donde el impacto negativo sea el menor, esto permitirá que las relaciones no solo no se rompan, sino que en algunos casos se fortalezcan. En el largo plazo, las empresas que en tiempos de crisis tengan una actitud más solidaria, serán recompensados por los clientes y por la sociedad en general.

El estudio antes mencionado encontró que las empresas que invirtieron en I+D y en las relaciones con sus stakeholders durante la crisis financiera, tuvieron un ROE significativamente mayor que sus pares en los años posteriores.

Estas son algunas acciones concretas que se recomiendan seguir durante la crisis, en la dirección mencionada:

  • Entender la nueva economía, los cambios de corto y largo plazo en los sectores donde se opera, y las nuevas oportunidades que esto trae.
    Desarrollar una estrategia para superar a la competencia durante la crisis y en la posterior recuperación.
  • Investigar los cambios en el comportamiento del consumidor y de los clientes.
  • Evaluar y planear el lanzamiento de nuevos productos, servicios, modelos de negocio, canales de venta, etc.
  • Desarrollar un plan de fusiones y adquisiciones, ya que pueden surgir oportunidades interesantes, como adquirir a un competidor por una fracción de su valor real.
  • Adaptar y aprovechar el actual portafolio de productos y servicios.
    Evaluar qué stakeholders son cruciales y más valiosos para la organización en el largo plazo, y desarrollar un plan para apoyarlos durante la crisis.
  • Encontrar maneras costo eficientes de brindar ayuda a los más necesitados durante la crisis.

Cash is king: cómo administrar y preservar el efectivo durante la crisis

Aún no sabemos cuánto durará la cuarentena ni cuál será el desenlace, pero las empresas deben concentrarse en la preservación de cash. Este es el activo que más escasea —y se necesita— en situaciones como esta.

Las medidas tomadas por el gobierno, aunque acertadas para contener el contagio de la enfermedad, vienen teniendo y tendrán un impacto significativo en un sinnúmero de empresas. En este contexto, conviene a las empresas adoptar una cash culture, o cultura de efectivo, que permita a la empresa enfocar sus distintas áreas —y procesos— en cuidar el efectivo actual, generar la mayor cantidad posible en el corto plazo y administrarlo eficientemente durante el tiempo que se prevea que dure esta crisis y el negocio pueda regresar a una cierta normalidad. A continuación, algunos consejos para adoptar una cash culture en las empresas:

Foco en el efectivo:

  • La generación y administración del efectivo es la nueva prioridad.
  • Apoyado en proyecciones financieras y flujos de caja y tesorería, calendarizando tanto los ingresos como los egresos.
  • Hacia el corto plazo: cada día tiene un plan, y cada semana es un ciclo de planificación.
  • Cada ingreso, gasto y cuenta es relevante, y requiere un análisis específico.

Cultura de efectivo:

  • El efectivo se vuelve una variable clave para la gerencia y la gestión del negocio.
  • La contabilidad tradicional (y el principio de devengado), así como las ventas, pasan a un segundo plano, si no aportan a la generación de caja. La caja, no las ventas, cubre los gastos y paga las deudas.
  • Se vuelve clave la anticipación de situaciones en las que no alcanzará el efectivo; se debe tener un enfoque de planificación, en vez de reacción.
  • Esta cultura permite identificar el gasto no necesario o el efectivo “mal gastado” más rápidamente.
  • Los valores en libros de los activos son costos hundidos, lo importante es cuánto se puede obtener por ellos en los momentos de crisis.
  • Reportes y reuniones semanales se vuelven cruciales.

Acciones para administrar y preservar el efectivo:

  • Identificar las principales fuentes y cuentas de efectivo de la empresa, y su uso en el corto plazo.
  • Priorizar los ingresos y gastos de corto plazo.
  • Identificar transacciones extraordinarias o no recurrentes.
  • Restringir gastos no esenciales.
  • Reducir inventarios sin afectar el servicio al cliente.
  • Retrasar gastos de capital.
  • Negociar esquemas con los trabajadores que permitan reducir el gasto en personal en el corto plazo, así como solicitar posibles reducciones por un tiempo definido de gastos operativos, como alquileres.
  • Revisar los incentivos dados por el Gobierno (ej. Sunat) para la liberación de fondos y reducción de salidas de caja de corto plazo.
  • Solicitar mayores plazos de pago a los proveedores y tratar de reducir las cuentas por cobrar a clientes. Importante en este punto saber identificar a los proveedores y clientes que tenían condiciones previas “demasiado buenas”, y a aquellos que son esenciales para el funcionamiento de la empresa.
  • Identificar cómo la nueva coyuntura está afectando al negocio y si éste se puede adaptar de alguna manera a esta nueva realidad, inclusive si es solo por algunas semanas.
  • Evaluar la venta de activos no fundamentales, así como la venta sujeta a un contrato de alquiler de largo plazo de activos fundamentales, como por ejemplo el terreno donde opera la empresa.
  • Refinanciación o reestructuración de deudas.

Al no saber cuánto tiempo durará esta crisis, ni qué tan severa se pondrá en los próximos días, semanas, o meses, adoptar este enfoque lo antes posible puede ser la clave para la supervivencia del negocio.

Finanzas personales: ingresos vs gastos

Un objetivo importante de todo padre o madre, o al menos de la mayoría, es que sus hijos puedan contar con las habilidades, destrezas y conocimientos para generar, de manera legal, unos ingresos monetarios que permitan tener una vida financiera tranquila, gratificante, sin mayores sobresaltos, que permita sentar las bases para el desarrollo personal y para alcanzar un alto nivel de felicidad.

Por ello, dentro de las capacidades de cada hogar, se busca brindar a los hijos la mejor educación básica y superior posible. En la universidad, en línea con lo mencionado anteriormente, en las distintas carreras se busca que los estudiantes desarrollen una serie de habilidades para luego destacar en sus oficios y terminar con posiciones con sueldos lo más atractivos posibles. En un entorno capitalista, es razonable que los individuos dediquen buena parte de su tiempo, recursos y esfuerzos hacia una profesión que maximice, dentro de las posibilidades de cada uno, sus ingresos actuales y futuros.

No obstante, los ingresos que uno percibe es solo una variable en la ecuación del bienestar financiero, siendo los gastos la otra variable, componente tan importante como el primero. Parece un poco obvio, pero en la práctica muchas personas, de distintos niveles socioeconómicos, no saben cómo gastar, o son víctimas de distintos sesgos emocionales o cognitivos que no les permiten tomar decisiones acertadas respecto a cómo gastar y cómo ahorrar.

Por ejemplo, es común el caso en que, a medida que aumentan los ingresos de una persona, aumenten sus gastos en igual forma, no permitiendo el ahorro incluso en niveles muy altos de ingresos. Claramente, si las necesidades básicas no están cubiertas, a medida que se gane más, se gastará más; no obstante, hay un punto en el que todas las necesidades básicas ya están cubiertas, pero algunas personas seguirán gastando en cosas que ya no son ni urgentes ni importantes, como bienes de lujo, tecnología de última generación, restaurantes caros, etc.

Obviamente, cada quien gastará su plata como quiera y algunos otros gastarán plata que ni siquiera han ganado todavía, pagando tasas de interés altísimas de créditos de consumo. El problema es que el mundo da muchas vueltas; por distintos motivos, los ingresos de las personas pueden variar drásticamente y aquellos que se han endeudado o no han ahorrado o invertido pueden pasar, de la noche a la mañana, a una situación financiera muy difícil, que va a complicar todas las esferas de la vida personal y familiar. La pregunta es ¿vale la pena ese riesgo por gastar en cosas innecesarias?

Este comportamiento humano es explicado por el sesgo denominado “descuento hiperbólico”, el cual hace alusión al hecho de que somos inherentemente incapaces de considerar con exactitud los escenarios hipotéticos que podrían surgir o presentarse en el futuro; por lo tanto, dichos escenarios imaginarios o hipérboles son ignorados o descontados por nuestro cerebro al momento de tomar decisiones y tienen mucho menos peso que nuestras circunstancias presentes. En palabras más simples, el disfrute presente pesa mucho más que las consecuencias futuras que puede generar.

Ante este sesgo humano, las personas son presas fáciles del gasto y consumo presente, por lo cual, en algunos casos, no hay sueldos ni fortunas que puedan aguantar la facilidad para gastar, mandando a la quiebra a individuos y familias con muy altos niveles de ingresos. Ante esto, convendría a los hogares y sociedad en su conjunto, educar a los jóvenes no solo en cómo generar mayores ingresos, sino también en cómo lidiar con este sesgo y cómo ser más eficientes e inteligentes en sus gastos. Algunos consejos son:

  • Evitar a toda costa los créditos de consumo y las tarjetas de crédito si estas no van a ser pagadas dentro del mes. Estas tarjetas solo deben ser usadas para reales emergencias.
  • Realizar compras inteligentes, no influenciadas por campañas de marketing y publicitarias.
  • Darle más peso a la utilidad o funcionalidad que a la marca o al “qué dirán”.
  • Utilizar los canales y momentos de compra que presenten los precios más bajos y evitar en la medida de lo posible las compras de bienes o servicios a “full price”.
  • Darle más importancia a las cosas que generan mayor felicidad, que por suerte no son las más caras, como pasar tiempo con la familia y amigos, hacer deporte, desarrollar proyectos personales, aprender nuevas cosas, tener experiencias memorables, etc.
  • Entender que el ahorro y la inversión generará mucho bienestar en el futuro y que el sistema financiero global beneficia considerablemente al que tiene ahorros y activos, y pone en una desventaja tremenda a aquel que vive endeudado y que gasta lo que tiene y lo que no tiene.

Un clúster minero para el sur del Perú

El concepto de clúster es utilizado en distintos contextos y muchas veces se refiere a cosas distintas, siendo su propia definición un obstáculo para su correcta implementación. Michael Porter, de la Escuela de Negocios de Harvard, utiliza las siguientes frases para explicar un clúster:

  • Se presenta como una nueva forma de pensar en cuanto a la economía y la organización de esfuerzos en cuanto a ésta.
  • Mejora la alineación con la realidad de la competencia y las fuentes de ventaja competitiva.
  • Incluye eslabones importantes en términos de tecnología, destrezas, información, mercadeo y necesidades del cliente que se dan entre firmas e industrias; eslabones fundamentales para la dirección y el ritmo de la innovación.
  • Reforma el papel del sector privado, el gobierno, las asociaciones de comercio y las instituciones de educación e investigación.
  • Reúne a empresas de todos los tamaños.
  • Crea espacios para un diálogo constructivo entre empresas y el gobierno.
  • Es un medio para identificar oportunidades comunes, no solo problemas comunes.

En otras palabras, se trata de un esfuerzo conjunto por parte de instituciones de diversos tipos pero relacionadas (geográficamente y por su relación con un determinado sector productivo), por solucionar problemas comunes y explotar oportunidades que beneficien directa o indirectamente a los actores del clúster e incrementen la competitividad del sector en un área geográfica determinada.

Si esta definición es correcta, y cada componente de esta es necesario para que exista un clúster, es posible que en el Perú no exista ningún clúster totalmente constituido y funcionando adecuadamente, faltando en la mayoría de casos ingredientes como “esfuerzo conjunto” o “beneficios comunes”, y es que lo común en la mayoría de iniciativas de clúster en el país es ver a empresas que, si bien buscan asociatividad para crecer como sector, no llegan a tener un nivel de cooperación y mirada conjunta hacia el futuro para conseguir los reales beneficios de un clúster maduro.

Lo que está ocurriendo en el sector de la gran minería en el sur del Perú parece ser una buena oportunidad para constituir un clúster que funcione en el corto plazo y pueda madurar hasta estándares internacionales. Concretamente, el sector minero en el sur posee las siguientes características para aspirar al desarrollo de un clúster real:

  • Gran número de operaciones mineras de gran escala y de primer nivel concentradas geográficamente, pertenecientes a las principales empresas mineras del mundo, que representan parte importante de la producción mundial de algunos minerales, como cobre.
  • Proveedores internacionales y algunos proveedores locales con estándares internacionales.
  • Cercanía al clúster minero de Chile (Antofagasta).
  • Aceptación relativamente alta de la minería formal por parte de la población del sur del país.
  • Yacimientos por explotar.
  • Gobiernos regionales, municipalidades y universidades reciben canon y regalías mineras, contando con recursos para apoyar el desarrollo del clúster (infraestructura, investigación, articulación).
  • Instituciones como cámaras de comercio y entidades de cooperación interesadas en impulsar el desarrollo de dicho clúster en el sur.
  • Interés del gobierno central y ministerios por impulsar el desarrollo de clústeres en el país.
  • Desarrollo manufacturero y de proveedores en la ciudad de Arequipa, que puede funcionar como hub y centro del clúster, y que cuenta además con un recurso humano relativamente bien capacitado.
  • Condiciones (macroeconómicas, fiscales, sociales) relativamente estables para la inversión extranjera.
  • Posibilidad de aprender y crear alianzas de cooperación con clústeres mineros consolidados, como son los de Chile, Canadá y Australia.

Pareciera que los principales ingredientes faltantes para que esto pueda ser una realidad son liderazgo –que para que el clúster funcione en el largo plazo debe provenir del sector privado–, una metodología y plan de acción adecuados, y sobre todo una disposición de los distintos actores de fijar objetivos comunes y dejar de pensar únicamente en el beneficio individual. Me atrevería a decir que a los peruanos en general nos cuesta esto último –en comparación, tal vez, con los chilenos, canadienses y australianos–, pero si un pequeño grupo decide ir en la otra dirección y logra algo positivo, sembrará la semilla para el desarrollo de otros clústeres reales en distintos sectores y regiones del país.